El baño turco, también llamado baño de vapor o hammam, forma parte de la antigua tradición de los baños purificadores de los cuales también deriva la sauna.
Cuando en un ambiente el contenido de vapor es superior a la cantidad de agua presente en la epidermis, sobre la piel se forma una capa de humedad que aporta calor al cuerpo. La acción simultánea del vapor y del calor controlado favorece la circulación sanguínea linfática, diluye las toxinas y ayuda a su eliminación.
El baño turco, por sus propiedades tonificantes y relajantes, es una de las mejores terapias para combatir el estrés y la tensión a la que estamos sometidos cotidianamente; asimismo es un agradable medio para mejorar el aspecto físico y una fuente de bienestar.
La dilatación de los poros producida por el calor, facilita la penetración del vapor y permite a la epidermis eliminar las impurezas, a la vez que le confiere luminosidad, elasticidad y suavidad.
Aconsejado para todas las edades, es un excelente regulador de la presión y un indispensable instrumento terapéutico y preventivo para las afecciones de las vías respiratorias.
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